Por: Miguel Godos Curay
Los libros son siempre un tesoro valioso. El conocimiento mismo que viaja
con nosotros en nuestras manos. El contacto con los libros puede ser
transitorio o efímero. Forzoso y obligatorio. O por el contrario ameno y
divertido. La lectura despierta el afán por conocer y penetrar en mundos
inéditos y en experiencias humanas extraordinarias .Leer es un atributo humano
que despierta las profundidades de nuestro cerebro, activa los recuerdos y
recrea en la memoria el saber humano.
A leer y leer bien se aprende con el ejercicio cotidiano con la activa
gimnasia de la voluntad deseosa de
deleitarse y aprender. Un niño bien estimulado con libros es como el conductor
deslumbrado por la bicicleta de la inteligencia, decidido a penetrar por
anchurosos caminos del saber y conocer. Descubre en su cerebro el maravilloso
poder del recuerdo, de misteriosas experiencias humanas, de virtudes y defectos
indeseables. Ese apetito humano, deslumbrado y deslumbrante. alimenta para toda
la vida la mente y el corazón.
La mejor forma de estimular la lectura es el ejemplo. Los niños abren los
libros cuando ven que los adultos del entorno disfrutan de la lectura. Buscan
algún momento del día aunque se en un tiempo breve para leer. Una mamá que busca recetas de
cocina en pos de postres tradicionales siente el mismo regocijo que el lector
de las aventuras de Robin Hood. El abuelo que lee diarios, aunque no sean del
día, es un visible ejemplo de la saludable práctica de la lectura. La vida enseña que mientras algunos se
entretienen con una pelota otros disfrutan de los libros. Todo depende de la
porción de felicidad que obtenga. La infelicidad están en no hacer ni lo uno ni
lo otro. Una idiota parálisis
improductiva.
Las actitudes pasivas que te mantienen boquiabierto frente al dispositivo
celular sólo desarrollan los pulgares que se tornan deformes. Las luces del
aparato son como candelillas que activan la dopamina en el cerebro, la hormona
de las adicciones. Por eso el niño al que irresponsables madres entregan un
aparato celular como si fuera un juguete
provocan la misma sensación que si le colocaran en las manos un troncho de
marihuana a un jovencito sano e ingenuo que acaba convirtiéndose en adicto a
esos placeres perversos de las drogas.
La adicción a los libros no mata ni destruye. Los libros disfrutan de la
compañía de los lectores. Brindan sentido a la soledad. Son una silenciosa
compañía grata en todo momento. Los libros arrinconados esperan con avidez que
alguien los lea. Son como los ancianos del asilo que en su ingrata soledad
esperan quien les hable con palabras de afecto así no sean de su entorno familiar.
Todavía en los indicadores del desarrollo humano aún no se pondera, como
debe ser, el valor de la lectura en cada país, región y villorrio, Un país que
lee no se ofusca en los conflictos y es soporte de la democracia. Abre espacios
para el diálogo y el reconocimiento de todo el elenco de los Derechos
Humanos. Un país que no lee existe
privado de inteligencia y
desconocimiento de sus derechos elementales. No educa esta nación a sus
ciudadanos, convertida en una mesnada de
ignorantes. El diálogo social es reemplazado por el grito y el abuso y el debate parlamentario por un rebuzno
colectivo. El desprecio a la educación es el más terrible de los males. El
maltrato a las escuelas y a las universidades una ignominia nefanda incapaz de vislumbrar futuro para los
pueblos.
Un pueblo que lee se pone de pie ante los abusos de todos los colores. No
soporta el desprecio a las universidades donde se forja la conciencia nacional.
No soporta la estulta arrogancia de los
malos maestros e hilanderos de la
malversación y el dispendio del erario. Por eso la ciudadanía germina en las
escuelas y se gradúa de democracia en las aulas universitarias. Ahí donde la
educación surte efecto se destierran los abusos y se exige con prontitud
rendición de cuentas. Como en los tiempos de la Roma imperial se advierte a los mandones que la muerte los espera a la vuelta de la
esquina y la peor inquina es el señalamiento postrero de su pueblo. Morir con
mala fama no es un simple estirar la pata en la cama. La vindicta desgraciada es el sabor amargo que
de boca a oreja recorre los pueblos.
El antídoto perfecto para el desarrollo de un país es la educación que
forma ciudadanos y perfila inteligencias para resolver creativamente los
problemas urgentes de un país. Pero no es suficiente tener tableros de ajedrez
con torres y caballos de marfil. Es necesario nutrir al pueblo, enseñar y aprender
las jugadas maestras contra los zamarros de todas las banderas. Las jugadas
inteligentes de los estrategas nos enseñan a combatir con brillo en todas las
batallas y actividades humanas. Los mejores son siempre buenos y aliados del progreso de sus pueblos. Los malos,
corruptos, descompuestos, e inhumanos son siempre pulpejos para los gusanos. Los honestos, los
limpios y honrados son el tesoro de un pueblo pues señalan con su vida y con su
obra el camino al futuro, la ruta del progreso.
Estamos persuadidos que el mejor homenaje al Perú es leer. Levantar las
piernas, marchar sobre fuego, imitar lo inimitable, es un ritual insignificante
frente al saber, el leer, el cultivo de la música y las artes. Fomentando el
orden y el respeto, virtudes cívicas elementales, motivando el cuidado de las
áreas verdes, siquiera plantando árboles
en los terrales inhóspitos como homenaje a la patria. El fervor cívico en el
siglo XXI empieza por la dignidad y el decoro, la limpieza de nuestras
acciones. El despliegue de la energía cívica en los buenos ejemplos del
quehacer beneficioso, el cultivo de la ciencia, el deporte y la cultura en sus variadas expresiones. No de
la revisión de los prontuarios de sinvergüenzas y ladrones.
Definitivamente el civismo vigente tiene
otro rostro. El entender que el ejercicio perentorio del poder es un servicio
público que exige transparencia y respeto a los ciudadanos. Todo lo que
contribuye a la mejora de los ciudadanos y a los futuros ciudadanos sustenta la
dignidad y grandeza del Perú.
Advierte, Hannath Arendt, la primera
lección de libertad pública de la
revolución francesa fue el apetito por el debate, la instrucción, la mutua ilustración, la lectura
y el enseñar a leer para alimentar las conciencias y el intercambio de
opiniones todos estos esfuerzos interpretados como felicidad pública. No olvidemos
que ayer nuestras fiestas patrias se celebraban y festejaban como una segunda
pascua de navidad peruana. Mi abuelo José en el primer minuto del 28 entonaba
el himno nacional con unción a boca de
jarro antes de la cena familiar con lechón, pavo y tamales. Y por ello
“patriotas el mate de chicha tomad/ y alegres brindemos por la libertad”.
Alguna vez en sus versos perversos. Rufo Cárcamo escribía “… en los Estados
Unidos la libertad es un monumento, en el Perú un Departamento”. Menos mal.